
Con Puerta no sólo se ha ido un buen futbolista, que acababa de debutar con la selección española y uno de los artífices de los éxitos del Sevilla en el último año y medio con la consecución de cinco títulos, joven y con toda una vida por delante a sus 22 años, sino que además nos ha dejado una bella persona, que en sólo unas semanas iba a estrenarse como padre, y que ha dejado un gratísimo recuerdo allá por donde ha pasado.
Debido a que la prácticamente toda mi trayectoria en Estadio Deportivo ha transcurrido en la sección de Polideportivo, y por tanto alejado del fútbol salvo en contadas y excepcionales ocasiones, no tuve mucho trato con los futbolistas. Sin embargo, con Puerta tuve la oportunidad de coincidir en una tertulia organizada por los compañeros de Onda Cero. En las distancias cortas me pareció una persona sencilla, alegre y con una ilusión muy grande por hacer grandes cosas en el mundo del fútbol, pero siempre en el club de toda su vida, el Sevilla.
De hecho, este verano había sido tentado por algunos de los grandes clubes de Europa, como el Manchester United o el Real Madrid, y, sin embargo, prefirió quedarse en su casa y al lado de los suyos, ampliando su vinculación con la entidad de Nervión hasta el año 2012, demostrando una vez más que su sevillismo era a prueba de esos cantos de sirena que tanto gustan a algunos futbolistas y sus representantes.
Como no, en la memoria quedará el sensacional gol que marcó al Schalke 04 el jueves de Feria de 2006 y que sirvió para clasificar al Sevilla para su primera final europea, y el tanto marcado en la tanda de penaltis en la final de la última Copa de la UEFA y que, junto a la excelente actuación de Palop, llevó a las vitrinas del Sánchez Pizjuán su segundo título continental.
Antonio Puerta pertenece ya a la leyenda del sevillismo. Descanse en paz.
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